miércoles, 29 de agosto de 2012

En la Opinión de...

SERGIO LEONE


-director, guionista, y productor cinematográfico italiano-
(3 de Enero de 1929 – 30 de Abril de 1989)





1976. El célebre director comenzaba la preparación de su obra más ambiciosa, Érase una vez en América (Once Upon a Time in America), poderosa e intimista exploración del mundo gangsteril de la primera mitad del siglo XX, que sin embargo comenzaría a filmar hasta 1982 y estrenaría en 1984. Su trabajo más próximo había sido como productor ejecutivo de El Genio (Un Genio, due Compari, un Pollo, Damiano Damiani), cómico vehículo para lucimiento del rubio Terence Hill, que significaría el último trabajo de Leone en los spaghetti-western, ya que aunque no se le acredite, también se puso detrás de las cámaras y ayudó a dirigir algunas secuencias. A continuación se reproducen algunos fragmentos de una entrevista concedida por Sergio Leone a un periódico mexicano en aquellos años de incertidumbre laboral.






¿Cómo ve al cine del tercer mundo?

- El cine del tercer mundo me interesa mucho, pero tiene una falla: utiliza modelos de otras partes. Cuando se vuelva sobre su propia cultura producirá cosas excelentes. (...) Por eso insisto en que el cine del Tercer Mundo, en especial el mexicano, debe volver sobre su riquísima cultura popular.






¿Cuál era su idea al empezar a filmar westerns con un estilo tan personal, que después se conoció como spaghetti western?

- El western respondía a toda una serie de tipologías y estereotipos norteamericanos. En lo personal yo detesto estas tipologías del cine de Hollywood, así que, mediante una expresión personal, tomé los prototipos y los cambié, hubo entonces una renovación dentro del género del western, por eso el público le ha dado una gran aceptación a mis películas. Algunas formas de romper esto fueron, por ejemplo, presentar a Henry Fonda como villano en Érase una vez en el Oeste (1968), cuando siempre había sido identificado como un personaje honesto y bueno. Otra forma fue utilizar grandes close-ups en el cinemascope cuando los norteamericanos jamás lo habían hecho, intenté con esto remarcar los momentos dramáticos. En fin, llegué a usar varios recursos que, paradójicamente, han sido adoptados por el cine de los EE.UU.: el ruido de los disparos, la vestimenta, la forma de los diálogos, el tipo de música, etc. Así fue cuando Anthony Mann vio mi primera película dijo: "Cuando en la pantalla vi al bueno vestido de negro y al malo vestido de blanco, me salí del cine".









¿Ha tenido problemas de algún tipo con los productores?

- En mis dos últimas películas tuve serios problemas con la edición final de mis negativos. En ambas ocasiones los productores consideraron que eran demasiado largas. A Érase una vez en el Oeste le mutilaron 40 minutos, pero no fue todo. El montaje fue alterado por completo, el final está al principio y viceversa. Por eso no volveré a trabajar con los grandes estudios.






¿Ha variado el estilo de sus primeras películas a las últimas?

- Sí, he realizado cambios, éstos han sido de tiempo, con tomas más largas y ritmo más lento. Así son menos epidérmicas. Los espectadores se sorprendieron cuando en Érase una vez en el Oeste encontraron otra cosa, esperaban algo más sencillo. Pero si ahora no lo entienden, lo harán más tarde. Hay señales de que esto se acepta: acaban de reestrenar Érase una vez en el Oeste en Italia, y ha tenido mayor éxito que los nuevos estrenos del momento. Esto indica que ya comprenden este tipo de expresión. Así es como el realizador puede cambiar su estilo cinematográfico.


¿Cómo controla esos cambios de estilo?

- Es un sistema especial. Yo no puedo mirar mis películas si no lo hago como espectador. También es importante pensar en el público, es necesario entregarle parte de lo que espera. Unidos ambos aspectos, diría que si a mí me gustan mis películas seguramente le gustarán al público. Claro que uno puede equivocarse. Por eso el espectador Sergio Leone es el crítico más corrosivo del realizador Sergio Leone.







¿Cuáles son sus próximos planes de filmación?

- Desde hace ocho años tengo un proyecto que sería el final de mi tríptico sobre Norteamérica. Se llamará Érase una vez en América. Esta película comprenderá desde los años 20s hasta la actualidad de los Estados Unidos. Yo renuncié a El Padrino (1972) para hacer este film, pero cuando salió El Padrino II (1974) me molesté, me fastidié. En cierta forma era lo que deseaba hacer, sobre todo en lo que se refiere a lo social, pero pienso seguir adelante, encontrar una vía original.

En cuanto a los westerns, pienso retomar el género después; por el momento, soy alérgico a los caballos. En realidad creo que cuando uno está cansado de algo, hay que hacerlo a un lado para descansar, y después retomarlo.









¿Cómo surgió su primera película?

- La idea de hacer Por un Puñado de Dólares (1964) surgió después de que vi Yojimbo (1961) de Kurosawa. La película me impresionó mucho, y como sabía que estaba inspirada en una novela americana que había sido transplantada al género samurai, decidí reintegrarla a su ambiente primario... de ahí surgió la película. También me atrajo la historia porque tenía elementos de la "Comedia dell'arte" italiana. Es el clásico personaje que se pone al servicio de dos patrones, sin que ninguno lo sepa, y termina por tomar todos los beneficios para sí mismo. En la cinta este personaje es Clint Eastwood.


¿Es válido retomar una historia que haya sido tratada anteriormente?

- Sí, es válido, en tanto que el director al recrear al personaje o a la historia la enriquezca con su visión personal, sincera y honestamente. Y finaliza por ser una nueva creación.








¿Prefiere el cine de actores o el cine de autores?

- Si usted ve mis películas y las analiza se dará cuenta de mi inclinación. En todas mis películas, excepto en la última, nunca he utilizado a grandes actores, otra cosa es que después se hayan convertido en estrellas.


¿Qué huella le dejó el Neorrealismo?

- El Neorrealismo sí me ha marcado, porque a pesar de que el cine es fantasía y magia, tiene que partir de lo real. En esto es donde acierta el Neorrealismo: muestra lo que ocurría en la postguerra y comunica a Italia con ella misma. Logra, también, mostrar sus aspiraciones, haciendo verosímiles sus sueños y entregándolos en la pantalla. En otro sentido hizo mal, porque el cine no es un retrato exacto de la realidad, sino una transformación de ésta. En este caso es más importante la fantasía que la realidad. Por eso detesto los documentales.







¿Cuáles son sus fantasmas, sus obsesiones?

- Primeramente la muerte, que tiene una significación especial para mí, y está presente en todas mis películas. Considero que es una verdad natural unida a la esencia del hombre y representarla, más que ser dañino, es un beneficio porque sirve para conocernos. También soy fatalista y pesimista. En las películas de John Ford (que es optimista), cuando los personajes abren una ventana, tienen ante sí grandes praderas y la esperanza de encontrar en ellas un mundo mejor. En cambio, cuando hago que mis personajes abran una ventana lo hacen con precaución, ya que pueden encontrarse con una bala perdida. También al representar la muerte tengo una idea especial. Cuando un personaje muere en el cine americano, la toma de mayor acercamiento es un full-shot, y nunca vemos la herida. Yo lo detesto porque la gente no muere así, por eso prefiero mostrar el golpe que recibe un cuerpo al ser impactado por una bala con una toma cercana. De esta manera la gente tiene más conciencia de lo que puede representar la muerte real.







Fuente: El Heraldo Cultural de México, No. 565,
domingo 12 de septiembre de 1976.

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