sábado, 18 de agosto de 2012

Los Cotilleos de T.C. (II)

Truman Capote, reportando...




Aquí publicamos otro extracto de "Música para Camaleones", colección de relatos del afamado Truman Capote sobre su relación con algunas celebridades de su época. En la edición anterior, T.C. nos contaba como Marilyn Monroe conoció a la veterana Constance Collier, de quien recibió algunas clases de interpretación, y qué fue lo que opinaba la dama inglesa de Miss. Monroe. He aquí la continuación…







Escena: La capilla de la funeraria Universal en la Avenida Lexington y la calle Cincuenta y dos, Nueva York. Un interesante grupo representativo se apretuja en los asientos: celebridades, en su mayoría, del ambiente teatral, cinematográfico y literario internacional presentes todos en homenaje a Constance Collier, la actriz nacida en Inglaterra, que murió el día anterior (25 de abril de 1955), a los setenta y cinco años (sic, 77). […]
Ahora Miss Collier ha muerto, y yo estaba en el vestíbulo de la capilla Universal esperando a Marilyn. Hablamos por teléfono la noche anterior y quedamos en sentarnos juntos en el servicio, que empezaría al mediodía. Ya llevaba más de media hora de retraso. Siempre llegaba tarde, pero pensé que, por una sola vez, podía llegar a horario. ¡Por el amor de Dios! ¡Maldición! De repente llegó, pero no la reconocí hasta que me dijo...
Marilyn: Querido, perdóname. Pero como ves, me maquillé y luego pensé que no debería ponerme pestañas postizas ni pintarme los labios ni nada, de modo que me lavé la cara, y no sabía qué ponerme...
(Lo que se había puesto finalmente habría sido apropiado para la abadesa de un convento que asiste a una audiencia privada con el Papa. Tenía el pelo totalmente cubierto por un pañuelo de chifón negro, un vestido negro suelto, largo, que parecía prestado, medias de seda negra que opacaban la rubia belleza de sus esbeltas piernas. Seguro que una abadesa no se habría puesto los zapatos de tacos altos, negros y vagamente eróticos, que había elegido, ni los anteojos oscuros, de lechuza, que tornaban dramática la palidez de vainilla de su fresca piel.)

Capote: Se te ve muy bien.
Marilyn: (royendo la uña del pulgar, ya totalmente comida) ¿Estás seguro? Estoy tan nerviosa, ¿sabes? ¿Dónde está el baño? Si pudiera ir un momento...
Capote: ¿A tomarte una píldora? ¡No! Shhh. Esa es la voz de Cyril Ritchard: ya ha empezado el panegírico.

(De puntillas, entramos en la capilla llena de gente y logramos ubicarnos en un espacio estrecho en la última fila. Cyril Ritchard terminó de hablar. Lo siguió Cathleen Nesbitt, colega de toda la vida de Miss Collier, y finalmente Brian Aherne se dirigió a los presentes. Durante todo este tiempo, mi acompañante no cesaba de quitarse los anteojos para enjugar las abundantes lágrimas que brotaban de sus ojos azul grisáceos. Algunas veces la había visto sin maquillaje, pero hoy presentaba una nueva experiencia visual, un rostro que no había observado antes, y al principio no me di cuenta de qué pasaba. ¡Ah! Era por el pañuelo de cabeza. Con el pelo oculto, el cutis sin cosméticos, parecía de doce años, una virgen pubescente recién admitida en un orfelinato, que se lamenta por su suerte. Por fin la ceremonia terminó, y la congregación comenzó a dispersarse.)

Marilyn: Por favor, sentémonos aquí. Esperemos a que se vayan todos.
Capote: ¿Por qué?
Marilyn: No quiero tener que hablar con todo el mundo. Nunca sé qué decir.
Capote: Siéntate tú aquí, que yo esperaré afuera. Tengo que fumar un cigarrillo.
Marilyn: ¡No me puedes dejar sola! ¡Dios mío! Fuma aquí.
Capote: ¿Aquí? ¿En la capilla?
Marilyn: ¿Por qué no? ¿Qué vas a fumar? ¿Marihuana?
Capote: Muy graciosa. Vámonos.
Marilyn: Por favor. Hay un montón de fotógrafos abajo. Y por supuesto que no quiero que me saquen fotos con esta ropa.
Capote: No te culpo.
Marilyn: Dijiste que se me veía muy bien.
Capote: Y es verdad. Estás perfecta para el papel de la novia de Frankenstein.
Marilyn: Te estás riendo de mí ahora.
Capote: ¿Te parece?
Marilyn: Te ríes por dentro. Y ésa es la peor clase de risa. (Frunciendo el ceño; mordiéndose la uña del pulgar.) En realidad, podía haberme puesto maquillaje. Todo el mundo aquí estaba maquillado.
Capote: Incluso yo.
Marilyn: Hablando en serio. Es el pelo. Necesito tintura, y no tuve tiempo. Todo fue tan inesperado. La muerte de Miss Collier. ¿Ves?
(Se levantó un poquito el pañuelo para mostrarme una franja negra en la raya del pelo.)
Capote: Pobre e inocente de mí. Yo que creía que eras una rubia auténtica.
Marilyn: Lo soy. Pero nadie es tan natural. ¿Por qué no te vas a la mierda?
Capote: Bueno, ya se han ido todos. Vamos, levántate.
Marilyn: Estos fotógrafos están ahí todavía. Lo sé.
Capote: Si no te reconocieron al entrar, no te reconocerán cuando salgas.
Marilyn: Uno me reconoció. Pero me metí por la puerta antes de que empezara a gritar.
Capote: Debe haber una puerta posterior. Podemos salir por ahí.
Marilyn: No quiero ver ningún cadáver.
Capote: ¿Por qué vamos a ver cadáveres?
Marilyn: Esto es una funeraria. Deben guardarlos en alguna parte. Lo único que me falta, entrar en un cuarto lleno de muertos. Ten paciencia. Iremos a alguna parte y te invitaré a tomar champagne...




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